Se me llenó de invierno el tintero
grumos de nieve saturados de cieno
y aquilones con nieblas barrederas
que entierran los arcenes y aceras.
El cálamo currente que
atorado
ya no trotaba alegres primaveras
y las entrañas de risas ya vacías
hiberna la razón y la alegría.
Se me quedó aterido el corazón
que siempre lo usé de escribanía.