martes, 22 de enero de 2013

La Ronda

Es una calle negra y larga, como pecado de cura. Solo hay casas de dos alturas, de amplio portón y zaguán luengo.
Los suelos de los zaguanes, parecían prolongación de los cantos que solaban la calle.
Los arcos de las puertas sillares rancios de arenisca vieja. Los muros, de piedra y cascajo en adobo de mortero.
Ventanas sin alfeizar, con ventano y contraventano, parecen querer dejar la luz del día fuera.
Ahora es de noche, al fondo se adivina un río y campos de labor. Un silencio solo rasgado por un grillo.
Arriba el cielo y la luna, vestida con un traje de noche, un traje de nube gasa apolillada  de luceros.
Lejos se escucha un canto y el aire trae rasgueos de guitarra. Rondan en el barrio alto.
Tras la puerta esta la Rosa con su mandilón de fiesta, tiene pasticas y vino pa agasajar los mozos por si vienen a rondala.
Pero la ronda pasa, guitarrico y bandurria, panderta castañuela y hasta una gaita; que en el barrio alto  rondan a las mozas y las dueñas  callan.
Rosa está sola, la ronda no es pa ella; que es pa las guapas, las ricas y buenas y ella es pastora pastora de ovejas, de vellones ralos y la color parda.
Pero en silencio se escucha un silbo, y unas piedrecicas caen en la ventana. Moza  Rosa, que viene tu ronda, que llega el pastor que por ti no come ni duerme ni vive y tampoco canta.

Zagalaaaaaa Rosa salte a la ventana que en el monte solo he dejau la dula por venir a vete que hasta de la ronda y de sus copleros se me encela el alma.
Darío

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