Es
un diciembre aún otoñal, seco, la nieve no ha hecho acto de
presencia solo quedan días para la entrada del invierno.
Recuerdo
que ese día me había bañado en el Segre. En una fuente termal que
para mi había permanecido desconocida.
A
la tarde paramos en este pueblo. Es un lugar recogido sobre si. Se
diría edificado en el hueco de una mano. El puño señorial de los
Barones de Pinós, un puñado de casas, el palacio, la iglesia.
El
panorama discurre lento ante la vista unas nubes como hechas con
acuarela emborronan el horizonte mientras maquillan la copa de los
pinos que confunde su verde con el verde gris del suelo y el verde
azul de la montaña mas lejana.
La
ojeada otoñal lo dice todo en este atardecer que no es frío
La
niebla melancólica
llorona
pagana
en el musgo
peaje
de humedad.
La
vista corretea
por
todo el horizonte
de
pico a la vaguada.
Mientras
la nubes niñas
nubes
adolescentes
se
miran en los charcos
espejo
de sus ansias
en
tanto que los pinos
peinando
sus melenas
parece
que susurran
un
segundo no mas...
Darío